República Dominicana.-
En 2006 asistí a una gala en la Sala Ravelo del Teatro Nacional en Santo Domingo con motivo del ‘Día del Locutor’.
La comitiva de La Romana llenó de Locutores un bus de 36 pasajeros de diversos medios radiales y televisivos.
El asunto era un hecho sin precedentes ya que esa sala estaba reservada para actos de cierto nivel, mas nunca se la habían cedido al Círculo Dominicano de Locutores por razones que desconozco.
Como ustedes sabrán, a los Locutores se les paga por hablar y en ese bus fue un solo conversatorio la hora y treinta minutos desde la salida hasta la llegada.
Una vez en el previamente citado lugar, comenzamos a mezclarnos con algunos colegas de la Capital que conocíamos por razones de intercambio laboral y éstos a su vez nos introdujeron con otros homólogos de Santiago, La Vega y Puerto Plata.
El lobby era una versión extendida de la experiencia conversacional vivida en el bus y ya usted se puede imaginar.
Entre tragos, camaraderías, saludos por defecto (y otros de cortesía) y miradas insinuantes a las comunicadoras, fuimos presentados ante compañeros del micrófono de la región Este, específicamente de El Seibo, San Pedro de Macorís, Higüey y Hato Mayor.
Una voz anuncia la entrada a la prestigiosa sala, inicia el evento, se entregan los reconocimientos, discursos escuetos (otros no tanto y otros casi nulos) y finalmente, llega la conclusión de la jornada.
Entre tragos nueva vez se desarrolla la siguiente conversación:
-“¡Vaya! me siento muy bien con esta versión de los premios”, me dice un colega de una provincia del Este.
-“Sí, gracias a Dios todo se dio dentro de lo estipulado y no hubo exageraciones”, respondo.
-“Colega, discúlpeme, ¿cómo es que a Usted le llaman?”, me pregunta.
-“Marcos Sánchez”, le digo.
-“OK. Dispénseme es que como Usted sabrá, es importante llamar a las personas por su nombre”. En eso me da la mano y añade: “Mi nombre es Rafelo Jiménez, pero me conocen como ‘El Romántico’. ¿Usted tiene algún apodo?”.
-“Simplemente mi nombre de pila”, le digo.
Llega una bella morenita de otra provincia similar y saluda eufóricamente al ‘Romántico’, se autopresenta (con un ánimo mayor que la madre del positivismo) diciendo:
-“¡Buenas noches! ¡Mi nombre es Glenys del Rosario para servirle!”.
Me presentan haciendo un punto y aparte con el apodo de mi ciudad y la joven cambia radicalmente su postura:
-“¡Ah! ¡De la Flor del Este! Tierra de caña, zonas francas, hoteles playeros, enorme costa, pujante economía y sin que se me ofenda colega, ¡de gente muy arrogante!”.
-“Gracias por la acertada descripción Srta. Del Rosario. Debo precisarle que sólo el último dato es erróneo. El romanense auténtico es una persona determinante, no arrogante”, le digo para pasar la página. No obstante, insiste:
-“Lo que pasa es que ustedes se crecen con su ingenio y el hotel de éste”.
-“Nadie planificó la instalación del mismo con antelación. Simplemente fue un asunto de circunstancia”, sigo en mi afán de dejar las cosas ahí.
-“Bueno si Usted lo dice. Mi experiencia ha sido tal y como la he descrito. ¡Y no en una no! ¡En varias ocasiones!!. Los hombres de La Romana son muy altaneros y para hablarles hay que ser casi un intelectual”, arremete la dama.
-“Lamento esa desagradable experiencia, pero le prometo que conmigo será diferente”, expreso.
Se interrumpe el no planificado debate por una llamada a la dama y se retira a dialogar mientras el avergonzado comunicador decide interceder por ella y me dice:
-“Marcos, disculpa a Glenys por su actitud. Es que ella, aquí entre nos, se comporta así cuando alguien le llama la atención”.
-“¡Vaya forma de demostrarlo!”, digo en tono relajado.
Al terminar su llamada telefónica regresa Glenys y ‘El Romántico’ le pregunta si pasaba algo y dice ella:
-“No. Todo está bien. Era el hijo de la prima de un hermano de padre de una sobrina mía”.
-“Ooookayyyy”, dice El Romántico y anexa: “Si me excusan, voy a buscar otro trago”. Se retira abruptamente y Glenys me pregunta irónicamente:
-“¿Todo bien?” .
Como sabía por dónde venía el asunto le dije sin ensayos:
-“¡Mucho mejor, de lo excelente que me sentía, cuando estaba bien!”
Le pedí disculpas y me retiré.
Cuentos Sociales: "Srta. Verborrea". © 2013 Marcos Sánchez. Todos los derechos reservados.
La comitiva de La Romana llenó de Locutores un bus de 36 pasajeros de diversos medios radiales y televisivos.
El asunto era un hecho sin precedentes ya que esa sala estaba reservada para actos de cierto nivel, mas nunca se la habían cedido al Círculo Dominicano de Locutores por razones que desconozco.
Como ustedes sabrán, a los Locutores se les paga por hablar y en ese bus fue un solo conversatorio la hora y treinta minutos desde la salida hasta la llegada.
Una vez en el previamente citado lugar, comenzamos a mezclarnos con algunos colegas de la Capital que conocíamos por razones de intercambio laboral y éstos a su vez nos introdujeron con otros homólogos de Santiago, La Vega y Puerto Plata.
El lobby era una versión extendida de la experiencia conversacional vivida en el bus y ya usted se puede imaginar.
Entre tragos, camaraderías, saludos por defecto (y otros de cortesía) y miradas insinuantes a las comunicadoras, fuimos presentados ante compañeros del micrófono de la región Este, específicamente de El Seibo, San Pedro de Macorís, Higüey y Hato Mayor.
Una voz anuncia la entrada a la prestigiosa sala, inicia el evento, se entregan los reconocimientos, discursos escuetos (otros no tanto y otros casi nulos) y finalmente, llega la conclusión de la jornada.
Entre tragos nueva vez se desarrolla la siguiente conversación:
-“¡Vaya! me siento muy bien con esta versión de los premios”, me dice un colega de una provincia del Este.
-“Sí, gracias a Dios todo se dio dentro de lo estipulado y no hubo exageraciones”, respondo.
-“Colega, discúlpeme, ¿cómo es que a Usted le llaman?”, me pregunta.
-“Marcos Sánchez”, le digo.
-“OK. Dispénseme es que como Usted sabrá, es importante llamar a las personas por su nombre”. En eso me da la mano y añade: “Mi nombre es Rafelo Jiménez, pero me conocen como ‘El Romántico’. ¿Usted tiene algún apodo?”.
-“Simplemente mi nombre de pila”, le digo.
Llega una bella morenita de otra provincia similar y saluda eufóricamente al ‘Romántico’, se autopresenta (con un ánimo mayor que la madre del positivismo) diciendo:
-“¡Buenas noches! ¡Mi nombre es Glenys del Rosario para servirle!”.
Me presentan haciendo un punto y aparte con el apodo de mi ciudad y la joven cambia radicalmente su postura:
-“¡Ah! ¡De la Flor del Este! Tierra de caña, zonas francas, hoteles playeros, enorme costa, pujante economía y sin que se me ofenda colega, ¡de gente muy arrogante!”.
-“Gracias por la acertada descripción Srta. Del Rosario. Debo precisarle que sólo el último dato es erróneo. El romanense auténtico es una persona determinante, no arrogante”, le digo para pasar la página. No obstante, insiste:
-“Lo que pasa es que ustedes se crecen con su ingenio y el hotel de éste”.
-“Nadie planificó la instalación del mismo con antelación. Simplemente fue un asunto de circunstancia”, sigo en mi afán de dejar las cosas ahí.
-“Bueno si Usted lo dice. Mi experiencia ha sido tal y como la he descrito. ¡Y no en una no! ¡En varias ocasiones!!. Los hombres de La Romana son muy altaneros y para hablarles hay que ser casi un intelectual”, arremete la dama.
-“Lamento esa desagradable experiencia, pero le prometo que conmigo será diferente”, expreso.
Se interrumpe el no planificado debate por una llamada a la dama y se retira a dialogar mientras el avergonzado comunicador decide interceder por ella y me dice:
-“Marcos, disculpa a Glenys por su actitud. Es que ella, aquí entre nos, se comporta así cuando alguien le llama la atención”.
-“¡Vaya forma de demostrarlo!”, digo en tono relajado.
Al terminar su llamada telefónica regresa Glenys y ‘El Romántico’ le pregunta si pasaba algo y dice ella:
-“No. Todo está bien. Era el hijo de la prima de un hermano de padre de una sobrina mía”.
-“Ooookayyyy”, dice El Romántico y anexa: “Si me excusan, voy a buscar otro trago”. Se retira abruptamente y Glenys me pregunta irónicamente:
-“¿Todo bien?” .
Como sabía por dónde venía el asunto le dije sin ensayos:
-“¡Mucho mejor, de lo excelente que me sentía, cuando estaba bien!”
Le pedí disculpas y me retiré.
Cuentos Sociales: "Srta. Verborrea". © 2013 Marcos Sánchez. Todos los derechos reservados.
0 comments:
Dale click Y Compártelo en Facebook y Twitter
Cuéntanos lo que estás pensando... !