Como es sabido de todo buen dominicano, en nuestra cultura, el doble sentido está vigente desde siempre y en las conversaciones cotidianas, no es la excepción.
Hace un par de años andaba con un amigo de infancia de nombre Frank Cabral Picel, quien coordinó conmigo un encuentro tras negociaciones que habíamos hecho con la venta de un iPhone chino con tecnología de última generación.
Frank optó por ir a aquel famoso colmado ubicado ‘frente al Papagayo’, y allí compartiríamos un par de cervezas. Al llegar al lugar, notamos que no había mucha gente, pero los que allí se encontraban, hablaban de la fuerte ola de calor que nos invadía y el problema de restringir a los dominicanos bañarse en playas costeras cercanas a complejos hoteleros.
Como la idea era pasarla bien, con temperaturas tan sofocantes, no era aconsejable entrar en discusión en temas que calentaran aún más nuestros ánimos y decidimos hablar de otras cosas en eso llega una señora y dice:
-“¡Buenos días, buenos días a todos! ”
Nosotros devolvemos el saludo y seguimos charlando.
-“Dame media libra de pollo, un jarrito de aceite, una cuarta de salsa y un aguacate”, solicita la señora al dependiente del colmado.
Ya atendida, la señora procede a retirarse del lugar y al verme me dice en tono alegre:
-“¡Ah!, pero yo no sabía que usted era un hombre de la televisión! ¡Lo ví anoche todo uté en su cuetión! ”
-“Muchas gracias señora”, aprovecho rádipamente y le pregunto su nombre bajo la promesa de que en el próximo programa le saludaría y todavía más contenta me dice:
-“¡Ay sí!, me encantaría! Mi nombre es Santa, la de la arepa grande!”
Frank me mira levantando lo más alto que le daba el ceño y jocosamente nos reímos y antes de emitir cualquier juicio, la señora añade:
-“¡Pues dígalo así mismo cuando usted me mande el saludo! Mire por aquí todo el mundo ha probado mi arepa y pregúntele a quien usted quiera, ¡que la vuelven a pedir!”
-“Imagino que con tanta seguridad debe ser bien buena su arepa doña Santa”, le digo entre risas.
-“¡Claro que si! ¡Es más! ¡Espéreme ahí que le voy a traer una inmediatamente”, dice la muy animada señora.
Frank y yo coincidimos en lo jocoso del momento y seguimos de risas. En un santiamén llega la señora y con funda en mano y arepa dentro me dice:
“¡Mírela aquí! Grande, jugosa y apetitosa!”
Agradezco el gesto y le reitero la hora del programa para que esté pendiente de su saludo. En eso me dice Frank:
-“¡Bueno mi hermano Marcos, si usted se ajusta esa más las birras, se le va a poner el estómago como usted sabe!”
-“Je,je,je tranquilo amigo mío. Tengo conocimiento de eso”
Nos paramos, pagamos y casi al salir, como de la nada se aparece una turba de estudiantes corriendo en ambas direcciones opuestas al colmado, vociferándose cosas entre sí y a carcajadas y justo en ese momento vuelve la señora y me dice entre los muchachitos:
-“Acuérdese de que tiene que comerme la arepa y no olvide que cuando la pruebe se le quedará el sabor y se recordará de mí”
Una parte de los estudiantes, que jamás entenderían el asunto, se quedaron mirándome quizás con un millón de preguntas en la cabeza. Bajo la acera y le digo a un sonriente Frank:
-“¡Oh Señor!, Santa Arepa que ha dado carpeta ésta!”
Frank me deja en mi casa y al rato me llama al celular y me dice:
-"Bueno Marcos yo no sé, pero se te quedó en el vehículo y tuve que comerme la arepa de Doña Santa”.
Cuentos Sociales: "La Arepa de Doña Santa". © 2013 Marcos Sánchez. Todos los derechos reservados.
Hace un par de años andaba con un amigo de infancia de nombre Frank Cabral Picel, quien coordinó conmigo un encuentro tras negociaciones que habíamos hecho con la venta de un iPhone chino con tecnología de última generación.
Frank optó por ir a aquel famoso colmado ubicado ‘frente al Papagayo’, y allí compartiríamos un par de cervezas. Al llegar al lugar, notamos que no había mucha gente, pero los que allí se encontraban, hablaban de la fuerte ola de calor que nos invadía y el problema de restringir a los dominicanos bañarse en playas costeras cercanas a complejos hoteleros.
Como la idea era pasarla bien, con temperaturas tan sofocantes, no era aconsejable entrar en discusión en temas que calentaran aún más nuestros ánimos y decidimos hablar de otras cosas en eso llega una señora y dice:
-“¡Buenos días, buenos días a todos! ”
Nosotros devolvemos el saludo y seguimos charlando.
-“Dame media libra de pollo, un jarrito de aceite, una cuarta de salsa y un aguacate”, solicita la señora al dependiente del colmado.
Ya atendida, la señora procede a retirarse del lugar y al verme me dice en tono alegre:
-“¡Ah!, pero yo no sabía que usted era un hombre de la televisión! ¡Lo ví anoche todo uté en su cuetión! ”
-“Muchas gracias señora”, aprovecho rádipamente y le pregunto su nombre bajo la promesa de que en el próximo programa le saludaría y todavía más contenta me dice:
-“¡Ay sí!, me encantaría! Mi nombre es Santa, la de la arepa grande!”
Frank me mira levantando lo más alto que le daba el ceño y jocosamente nos reímos y antes de emitir cualquier juicio, la señora añade:
-“¡Pues dígalo así mismo cuando usted me mande el saludo! Mire por aquí todo el mundo ha probado mi arepa y pregúntele a quien usted quiera, ¡que la vuelven a pedir!”
-“Imagino que con tanta seguridad debe ser bien buena su arepa doña Santa”, le digo entre risas.
-“¡Claro que si! ¡Es más! ¡Espéreme ahí que le voy a traer una inmediatamente”, dice la muy animada señora.
Frank y yo coincidimos en lo jocoso del momento y seguimos de risas. En un santiamén llega la señora y con funda en mano y arepa dentro me dice:
“¡Mírela aquí! Grande, jugosa y apetitosa!”
Agradezco el gesto y le reitero la hora del programa para que esté pendiente de su saludo. En eso me dice Frank:
-“¡Bueno mi hermano Marcos, si usted se ajusta esa más las birras, se le va a poner el estómago como usted sabe!”
-“Je,je,je tranquilo amigo mío. Tengo conocimiento de eso”
Nos paramos, pagamos y casi al salir, como de la nada se aparece una turba de estudiantes corriendo en ambas direcciones opuestas al colmado, vociferándose cosas entre sí y a carcajadas y justo en ese momento vuelve la señora y me dice entre los muchachitos:
-“Acuérdese de que tiene que comerme la arepa y no olvide que cuando la pruebe se le quedará el sabor y se recordará de mí”
Una parte de los estudiantes, que jamás entenderían el asunto, se quedaron mirándome quizás con un millón de preguntas en la cabeza. Bajo la acera y le digo a un sonriente Frank:
-“¡Oh Señor!, Santa Arepa que ha dado carpeta ésta!”
Frank me deja en mi casa y al rato me llama al celular y me dice:
-"Bueno Marcos yo no sé, pero se te quedó en el vehículo y tuve que comerme la arepa de Doña Santa”.
Cuentos Sociales: "La Arepa de Doña Santa". © 2013 Marcos Sánchez. Todos los derechos reservados.
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