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Cuentos Sociales: "Empleado de Imprenta"

Publicado Por Marcos Sánchez el March 27, 2013 | Wednesday, March 27, 2013

Por Marcos Sánchez 
República Dominicana.-


En época de exámenes finales a nivel escolar es muy normal ver cómo se pone de manifiesto la famosa e inevitable cultura de ‘sacar chivo’ o lo que es igual a copiar parte de lo que se sospecha saldrá en los temarios.

Las materias que más me fascinaban en mi tiempo de bachiller eran Historia, Filosofía y Literatura.

Todo lo que fuera letras y afines a asuntos de humanidades, tenían en mi un fiel seguidor.Debo confesar que nunca fui excelente estudiante en Matemáticas.

Todos sabemos que el ser humano es violento por naturaleza y aunque se han realizado un sin fin de cursos, talleres y charlas, poco se ha logrado. En ese orden, a nadie le gusta que le impongan leyes y cuando se trata de estudiantes de término, las cosas son aún más difíciles.

Dada la naturaleza y características de varios de mis compañeros, la dirección del colegio se curó en salud cuando se enteró de que semejante séquito iría íntegro al bachillerato. De allí surgió de manera no oficial el denominado ‘cuarto de las prohibiciones’ y en cierta forma, hubo varias restricciones y eso creó situaciones.

La orientadora del colegio tenía en nosotros todo un desafío ya que las ‘especialidades’ de los señalados eran muy singulares:

Huáscar, aspiraba a ser el presidente del curso, pero perdió las elecciones de mí y la misma noche del sufragio, negociamos en su casa la presidencia para aprovechar ante el pleno disciplinario su imagen de respeto y compromiso de código de honor ante sus compañeros. Nadie objetó mi arriesgada petición.

Daniel, era sinónimo de todo lo que fuera chercha sin reparos y junto a Edward, representaban una mutual atractiva ya que el padre del primero tenía buenas relaciones comerciales y el del segundo, influía en Casa de Campo en su condición de taxista.

Israel había sido designado como tesorero por haber demostrado su capacidad ahorrativa, pero para hacer retiros necesitaba mi firma y la de Huáscar.

Con todos los cabos amarrados, la condición para ser vice-presidente y encargado de actividades a la vez, me favorecía ya que mi interés era poder gozar de libertad y no estar atado a constantes reportes o reuniones y al mismo tiempo, tener presencia en el poder.

Mi desmesurada popularidad tanto dentro las féminas como con los masculinos, sobrepasaba las paredes de nuestra aula y permeaba en todo el bachillerato y algunos cursos menores y ese hecho preocupaba a la dirección:

-"Como es sabido en todo el colegio, se tiene la creencia de que el pleno disciplinario de nuestra casa de estudios ha tildado este 4to. de bachillerato como el de las prohibiciones y eso no es así", sentencia el director.

-"Dado el hecho de que no queremos calamidades ni caldear ánimos, hemos decidido tomar algunas medidas para el bien mancomunado", opina el encargado del curso.

-"Así es Sr. Vásquez. Todo el bachillerato tomará sus exámenes de forma normal, excepto los jóvenes Huáscar, Daniel, Edward y el carismático Marcos, quienes serán separados en grupos de dos y tomarán sus pruebas en cursos distintos", añadió el director.

Como se trataba de fin de estudios, nadie quería exponerse a ser señalado y así evitar una sanción que pusiera en peligro graduarse o ser expulsado. Por fin llegan los días de evaluaciones y tal y como se decidió, mis compañeros y yo fuimos separados:

-"Bien hoy tendremos dos exámenes: Filosofía a primera hora y Literatura a segunda", dice uno de los profesores.

Me sientan justo al frente del escritorio del susodicho y como era muy dado a la lectura, terminé el test en tiempo récord. Me evalúan de una vez y obtengo 96. Tenía que esperar un buen rato para el siguiente que era Literatura.

Unos 45 minutos después me llaman para tomar mi examen y me recibe afablemente la profesora de Literatura, quien me había vendido la idea de que confiaba en mí a ojos cerrados:

-"Buenos días Señor Sánchez. ¿Cómo se siente?", me aborda.

-"¡Excelente Srta. Wilson!"

-"Mire como yo sé que Usted es una persona dada al dialogo y ha demostrado capacidad para escuchar, le voy a confesar que Usted es uno de mis estudiantes favoritos y prácticamente pienso exonerarle la materia"

-"Sería un halago para mí Srta. Wilson. No obstante, si es su deseo estoy en entera disposición de tomar mi examen sin inconvenientes", le digo firme.

-"Bueno, no tengo que someter esta decisión al consejo disciplinario. Hagamos algo: Usted tomará el examen y una vez termine, lo corrijo y se queda conmigo para asistirme en el aula. ¿Qué opina?"

-"¡Encantado Srta. Wilson!"

-"No me vaya a malinterpretar Sr. Sánchez, pero Usted canalizará su creciente popularidad en bien de la institución. ¿Cierto?", me pregunta insinuante.

-"Realmente no existe ningún plan Srta. Wilson. No sé quien se ha puesto a vender la idea de que crearemos una revolución o desórdenes antes de graduarnos"

-"Bueno, mírelo desde este punto de vista: Usted logró convencer en un solo día a más de 30 personas para que votaran a su favor y ese mismo día les convence a que acepten su repentina renuncia y nadie se quejó"

-"Creo que estoy pasando por un momento muy especial Srta. Wilson. Mis compañeros me quieren y les devuelvo el gesto con una actitud afable", le digo.

-"Si es así, entonces confiaré en su juicio Sr. Sánchez, aunque debo confesarle que posiblemente y sin Usted proponérselo, ha inquietado prácticamente a todo el profesorado"

-"Jejeje disculpe que me ría, pero no es burla Srta. Wilson. Es que no logro comprender el por qué del temor"

-"Confío en Usted Sr. Sánchez. Y a Dios las gracias porque ésta no es una institución pública. Venga, siéntese y tome el examen"

Verifiqué de arriba hacia abajo el enorme papel ministro y todo lo contenido allí me lo sabía de memoria. Por alguna razón sabía que ese momento jamás se repetiría y con la presión impregnada sobre mi me dije en mis adentros: "La mitad de mi vida en este lugar y me voy a ir sin hacer nada de nada…"

Saco un extenso papel que con letras diminutas, emulaba la posología de una receta médica o uno de esos contratos de tarjeta de crédito que tienen las letras tan pequeñas, que el futuro tarjetahabiente opta por no leer y simplemente firma el contrato.

Estaba todo detallado respecto al examen. Gozándome mi treta, la Srta. Wilson se percató de mi exceso de confianza y al acercárseme, descubre la trampa:

-"¡Señor Sánchez! ¡Usted acaba de sorprenderme! ¡Estoy más que decepcionada, ¡conmocionada! ¡Con este tamaño de letra Usted sería un perfecto empleado de imprenta!"

No tomaron medidas conmigo y me hicieron tomar el examen nuevamente. El resultado final fue 97.

En memoria de mi ex Prof. de Literatura, la Srta. Marthta Wilson quien falleció el 27 de Marzo, 2013.

Cuentos Sociales: "Empleado de Imprenta". © 2010-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.
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