República Dominicana.-
Uno de los días más esperados siendo uno muchacho, eran los Sábados. Habían múltiples razones que nos ponían a fantasear con ese día ya que todo era sinónimo de ciertas libertades, cero presión escolar con tareas, una visita a la heladería o ir a las famosos ‘caballitos’ si coincidían estar en la ciudad.
También el Sábado era un día reservado para jugar pelota con una ‘bola de media’. Un ritual que iniciaba bien temprano en horas de la mañana. En mi caso, el asunto era bastante interesante ya que pasaba a buscar a mis vecinos más cercanos y con éstos, buscábamos al resto en el área hasta completar el equipo.
Muy cerca de mi casa se encontraba una enorme propiedad que bien parecía una sabana por lo largo y ancho de la misma. El patio era excelente para construir prácticamente dos edificios, más los dueños no se ponían de acuerdo con el destino final de ese terrero y éso, nos daba la momentánea garantía de utilizarlo para jugar pelota.
En ese terreno actualmente está construida una plaza propiedad del antiguo dueño del desaparecido Supermercado Romana (reubicado ahora en otro lugar bajo otro nombre). Allí nos reuníamos los muchachos a saciar nuestras energías deportivas.
Como era costumbre, gozaba de cierto respeto entre ellos y como sentía la necesidad de darle un nombre a todas las cosas, bauticé ese patio como “El Ponceré’s Stadium”.
Evidentemente, el árbol más grande de dicho patio era de poncerés y de ahí el singular bautismo. Todos, sin excepción se adaptaron rápidamente al nuevo título y amigos de otro barrio (ese ‘otro barrio’ era simplemente el paso de la siguiente calle) acataron de igual forma la adopción del nombre.
Rafael Castillo, apodado ‘Chichí’ por mi hermana mayor, en alusión a que de niño ciertamente parecía “un chichí” vivía a unos escasos pasos de mi casa y era una pieza clave para el juego porque tenía dotes naturales de gacela. Nadie corría más que él, ni en el barrio ni en zonas aledañas, lo que lo convertía en un codiciado prospecto.
Uno de esos tantos Sábados, voy cerca de las 9:00 AM a casa de Chichí a buscarlo para ir a jugar. En una época en donde el vecino tenía total libertad de darle una pela a uno si notaba alguna actitud malcriada, era también normal compartir de ambos lados desayuno, comida y hasta cena.
Al llegar le pregunto a la mamá de Chichí por él y éste se estaba desayunando. Sin reparos, me invitan a desayunar también y siéndoles franco, éste es un gratísimo recuerdo: el pan venía unido en pequeños trozos de ocho pedazos (4 de cada lado) lo que le permitía a uno (una vez puesta la mantequilla) cortar esos pedacitos que parecían divinos al mojarlos con el chocolate Munné que utilizaban en casa de Chichí:
-“Oye, pero ete pan ‘tá buenísimo Chichí”
-“ujum” (con la boca llena), asienta.
-“Mi mamá el que usa es Embajador, pero éste es muy bueno”, le comento.
-“Aquí hay de lo’ dó, pero ete me guta má’. Viene también en cocoa”, amplia.
-“Tenemo’ que ir a buscar a los muchachos, hoy tenemos un torneo con un equipito de otro barrio”, le digo en forma ávida.
-“Bueno yo no sé si pueda. Hoy en la talde llega un camión de goma de la Capital y tengo que ‘tá en el negocio”, me dice escéptico.
-“¿Pero ven acá y el juego es el día entero? Es ahora en la mañana”, le comento animándolo.
-“Tá’ bien. Vamo’ a hacer algo. Tu buca una palte de lo’ muchacho’ y yo la otra y así ganamo’ tiempo”, me propone.
-“¡OK!”.
Terminamos de desayunar y nos separamos a buscar o más bien, a armar el equipo. Cerca de las 10:00 AM, habíamos 8 muchachos. A pesar de la amplitud del sitio, sólo se necesitaba un pitcher (quien además era primera base), un segunda base (left field al mismo tiempo), un tercera base y una posición que casi nunca nadie aspiraba: right field. El asunto radicaba en que había unos arbustos en esa área y casi nunca se podía atrapar la pelota.
Como era tradición, ‘fabricar’ la pelota conllevaba que uno de nosotros sacrificara una media en desuso para esos fines. Alguien cosía y el hilo era donado por el responsable de la nueva pelota una vez se acabara el partido.
Terminada la pelota llegan los adversarios y acto seguido uno de nosotros se encargaba de colectar el dinero que se apostaría. Se trataba del famoso ‘desafío’ (basado en aportes de ambos equipos y el ganador se llevaba todo el dinero con fines de repartirlo).
Comienza el juego y estamos todos bien activos a no cometer errores ya que había una apuesta de por medio y de repente se suspende el juego:
-“Bueno señore’, yo quiero mi cualto pa’trá que tengo que hacerle un mandao’ a mi mamá”, comenta Joselo, uno de los adversarios.
-“¡¿Devolvé lo cualto?! Tú tá loco Joselo”, dice Raúl, uno que era amado y odiado al mismo, tiempo porque nunca se ponchaba y casi siempre dada jonrón.
-“Pero ven acá Joselo! Búcate a tu primo Huguito para que entre pol tí”, vocifera Chichí.
En eso todo el mundo se pone de acuerdo con la propuesta y Joselo no tuvo remedio que ir a buscar a su primo. Inconforme, regresa dándole instrucciones y decide irse al mandado de su mamá con la no segura certeza de regresar.
Todo el mundo de vuelta a sus respectivas posiciones y antes de iniciar, Junior, hijo de unas de las dueñas del patio, se me acerca:
-“Malquito, ten cuidao’ tu sabe que eto tiguere juegan desafío en Río Salao y casi siempre se alma una vaina”.
-“No te preocupes Junior. Yo soy el que tiene el dinero”, le digo dándole una palmada en la espalda.
Escasos minutos de reiniciado el partido llega Joselo con una funda de plástico y la carne que su mamá le había encargado. Decide reintegrarse al juego y su primo, le cede el turno medio molesto.
-“¡Oh oh miren a ete! ¡Páseme lo cualto que le dí que eto no’e pa’ muchacho!”, le dice Joselo.
-“Lo tiene Malquito”, dice con cara molesta.
Se desarrolla el juego y entre jugada y jugada dan la 1:00 PM y vemos como llega Vladimir, hermano de Chichí, a ritmo ultra veloz y le dice sin reparos:
-“¡Chichí juye! ¡Vamono’ que el camión llegó hace rato y papi ta’dao’ al diablo!”.
Salen ambos tipo correcaminos (Chichí a la delantera por supuesto) y el hecho malogró el momentum suspendiendo abruptamente el juego. ¡Simultáneamente llega Huguito con la mamá de Joselo (quien se había olvidado que la carne era para el almuerzo por estar jugando) y se armó otro corredero!.
En la confusión me dice Raúl:
-“¡Hey! No’ vemo’ en tu casa pa’ la repaltidera”
-“Ta’bien, ta’bien”, le digo.
-“Malco paso pol tu casa ahorita, ¿oite?”, me dice Larry, otro del barrio.
Para cuando llegé a mi casa, noté con susto que la mamá de Joselo estaba hablando con mi papá:
-“Pero mire, a lo’ muchacho hay que darle chance. Déle una oportunidad”, le decía mi papá.
-“Lo que pasa vecino es que este malcriao’ lo mandé a comprar una carne y me gató lo cualto dique jugando y me dice que el hijo suyo ‘taba allá”, dice airada la madre de Joselo.
-“La bendición papi”, digo con cara de yo no fui.
-“Dios le bendiga. ¡Venga acá! ¿E’veldá que uté y otros muchachos del barrio estaban jugando por dinero?”, me dice el viejo firme como una barra de acero.
-“Papi mire: nosotros estábamos jugando pelota donde Fior...”, digo gagueando y bien asustado!.
-“Mire yo no le pregunté a uté dónde era que ustedes estaban! ¡La pregunta fue que si el juego era por dinero!”, insiste papi.
En eso llega Larry, Raúl y Chichí y no se percatan del asunto y casi a coro me dicen:
“Malco vinimo’ a bucá lo cu..al..tooo…”
Hubo que repartir de vuelta el dinero a todo el mundo por disposición de mi papá y en eso la mamá de Joselo coge en manos una rama bien larga de tamarindo y le pregunta ya retirándose:
-“¿Dónde era que tú’taba?”
-“Mami yo te dije en el Ponceré etedium”, responde un lloroso Joselo
-“¿Ponceré etedium, eh? ¡Coje entonce ta-ma-rin-do e-te-di-um!”, le dice la señora al momento que cada silaba se hacía acompañar de tremendo fuetazo.
Arreglado el asunto. Nos quedamos en dudas Larry, Raúl, Chichí y yo sobre por qué la mamá de Joselo insistía que el dinero lo había gastado, si él compró la carne.
Nos enteramos después que Joselo le había quitado el dinero de la carne a su primo Huguito y éste incómodo por haber sido sacado del juego, fue y se lo comentó a la señora.
Cuentos Sociales: "El Ponceré’s Stadium". © 2009-2012-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.
También el Sábado era un día reservado para jugar pelota con una ‘bola de media’. Un ritual que iniciaba bien temprano en horas de la mañana. En mi caso, el asunto era bastante interesante ya que pasaba a buscar a mis vecinos más cercanos y con éstos, buscábamos al resto en el área hasta completar el equipo.
Muy cerca de mi casa se encontraba una enorme propiedad que bien parecía una sabana por lo largo y ancho de la misma. El patio era excelente para construir prácticamente dos edificios, más los dueños no se ponían de acuerdo con el destino final de ese terrero y éso, nos daba la momentánea garantía de utilizarlo para jugar pelota.
En ese terreno actualmente está construida una plaza propiedad del antiguo dueño del desaparecido Supermercado Romana (reubicado ahora en otro lugar bajo otro nombre). Allí nos reuníamos los muchachos a saciar nuestras energías deportivas.
Como era costumbre, gozaba de cierto respeto entre ellos y como sentía la necesidad de darle un nombre a todas las cosas, bauticé ese patio como “El Ponceré’s Stadium”.
Evidentemente, el árbol más grande de dicho patio era de poncerés y de ahí el singular bautismo. Todos, sin excepción se adaptaron rápidamente al nuevo título y amigos de otro barrio (ese ‘otro barrio’ era simplemente el paso de la siguiente calle) acataron de igual forma la adopción del nombre.
Rafael Castillo, apodado ‘Chichí’ por mi hermana mayor, en alusión a que de niño ciertamente parecía “un chichí” vivía a unos escasos pasos de mi casa y era una pieza clave para el juego porque tenía dotes naturales de gacela. Nadie corría más que él, ni en el barrio ni en zonas aledañas, lo que lo convertía en un codiciado prospecto.
Uno de esos tantos Sábados, voy cerca de las 9:00 AM a casa de Chichí a buscarlo para ir a jugar. En una época en donde el vecino tenía total libertad de darle una pela a uno si notaba alguna actitud malcriada, era también normal compartir de ambos lados desayuno, comida y hasta cena.
Al llegar le pregunto a la mamá de Chichí por él y éste se estaba desayunando. Sin reparos, me invitan a desayunar también y siéndoles franco, éste es un gratísimo recuerdo: el pan venía unido en pequeños trozos de ocho pedazos (4 de cada lado) lo que le permitía a uno (una vez puesta la mantequilla) cortar esos pedacitos que parecían divinos al mojarlos con el chocolate Munné que utilizaban en casa de Chichí:
-“Oye, pero ete pan ‘tá buenísimo Chichí”
-“ujum” (con la boca llena), asienta.
-“Mi mamá el que usa es Embajador, pero éste es muy bueno”, le comento.
-“Aquí hay de lo’ dó, pero ete me guta má’. Viene también en cocoa”, amplia.
-“Tenemo’ que ir a buscar a los muchachos, hoy tenemos un torneo con un equipito de otro barrio”, le digo en forma ávida.
-“Bueno yo no sé si pueda. Hoy en la talde llega un camión de goma de la Capital y tengo que ‘tá en el negocio”, me dice escéptico.
-“¿Pero ven acá y el juego es el día entero? Es ahora en la mañana”, le comento animándolo.
-“Tá’ bien. Vamo’ a hacer algo. Tu buca una palte de lo’ muchacho’ y yo la otra y así ganamo’ tiempo”, me propone.
-“¡OK!”.
Terminamos de desayunar y nos separamos a buscar o más bien, a armar el equipo. Cerca de las 10:00 AM, habíamos 8 muchachos. A pesar de la amplitud del sitio, sólo se necesitaba un pitcher (quien además era primera base), un segunda base (left field al mismo tiempo), un tercera base y una posición que casi nunca nadie aspiraba: right field. El asunto radicaba en que había unos arbustos en esa área y casi nunca se podía atrapar la pelota.
Como era tradición, ‘fabricar’ la pelota conllevaba que uno de nosotros sacrificara una media en desuso para esos fines. Alguien cosía y el hilo era donado por el responsable de la nueva pelota una vez se acabara el partido.
Terminada la pelota llegan los adversarios y acto seguido uno de nosotros se encargaba de colectar el dinero que se apostaría. Se trataba del famoso ‘desafío’ (basado en aportes de ambos equipos y el ganador se llevaba todo el dinero con fines de repartirlo).
Comienza el juego y estamos todos bien activos a no cometer errores ya que había una apuesta de por medio y de repente se suspende el juego:
-“Bueno señore’, yo quiero mi cualto pa’trá que tengo que hacerle un mandao’ a mi mamá”, comenta Joselo, uno de los adversarios.
-“¡¿Devolvé lo cualto?! Tú tá loco Joselo”, dice Raúl, uno que era amado y odiado al mismo, tiempo porque nunca se ponchaba y casi siempre dada jonrón.
-“Pero ven acá Joselo! Búcate a tu primo Huguito para que entre pol tí”, vocifera Chichí.
En eso todo el mundo se pone de acuerdo con la propuesta y Joselo no tuvo remedio que ir a buscar a su primo. Inconforme, regresa dándole instrucciones y decide irse al mandado de su mamá con la no segura certeza de regresar.
Todo el mundo de vuelta a sus respectivas posiciones y antes de iniciar, Junior, hijo de unas de las dueñas del patio, se me acerca:
-“Malquito, ten cuidao’ tu sabe que eto tiguere juegan desafío en Río Salao y casi siempre se alma una vaina”.
-“No te preocupes Junior. Yo soy el que tiene el dinero”, le digo dándole una palmada en la espalda.
Escasos minutos de reiniciado el partido llega Joselo con una funda de plástico y la carne que su mamá le había encargado. Decide reintegrarse al juego y su primo, le cede el turno medio molesto.
-“¡Oh oh miren a ete! ¡Páseme lo cualto que le dí que eto no’e pa’ muchacho!”, le dice Joselo.
-“Lo tiene Malquito”, dice con cara molesta.
Se desarrolla el juego y entre jugada y jugada dan la 1:00 PM y vemos como llega Vladimir, hermano de Chichí, a ritmo ultra veloz y le dice sin reparos:
-“¡Chichí juye! ¡Vamono’ que el camión llegó hace rato y papi ta’dao’ al diablo!”.
Salen ambos tipo correcaminos (Chichí a la delantera por supuesto) y el hecho malogró el momentum suspendiendo abruptamente el juego. ¡Simultáneamente llega Huguito con la mamá de Joselo (quien se había olvidado que la carne era para el almuerzo por estar jugando) y se armó otro corredero!.
En la confusión me dice Raúl:
-“¡Hey! No’ vemo’ en tu casa pa’ la repaltidera”
-“Ta’bien, ta’bien”, le digo.
-“Malco paso pol tu casa ahorita, ¿oite?”, me dice Larry, otro del barrio.
Para cuando llegé a mi casa, noté con susto que la mamá de Joselo estaba hablando con mi papá:
-“Pero mire, a lo’ muchacho hay que darle chance. Déle una oportunidad”, le decía mi papá.
-“Lo que pasa vecino es que este malcriao’ lo mandé a comprar una carne y me gató lo cualto dique jugando y me dice que el hijo suyo ‘taba allá”, dice airada la madre de Joselo.
-“La bendición papi”, digo con cara de yo no fui.
-“Dios le bendiga. ¡Venga acá! ¿E’veldá que uté y otros muchachos del barrio estaban jugando por dinero?”, me dice el viejo firme como una barra de acero.
-“Papi mire: nosotros estábamos jugando pelota donde Fior...”, digo gagueando y bien asustado!.
-“Mire yo no le pregunté a uté dónde era que ustedes estaban! ¡La pregunta fue que si el juego era por dinero!”, insiste papi.
En eso llega Larry, Raúl y Chichí y no se percatan del asunto y casi a coro me dicen:
“Malco vinimo’ a bucá lo cu..al..tooo…”
Hubo que repartir de vuelta el dinero a todo el mundo por disposición de mi papá y en eso la mamá de Joselo coge en manos una rama bien larga de tamarindo y le pregunta ya retirándose:
-“¿Dónde era que tú’taba?”
-“Mami yo te dije en el Ponceré etedium”, responde un lloroso Joselo
-“¿Ponceré etedium, eh? ¡Coje entonce ta-ma-rin-do e-te-di-um!”, le dice la señora al momento que cada silaba se hacía acompañar de tremendo fuetazo.
Arreglado el asunto. Nos quedamos en dudas Larry, Raúl, Chichí y yo sobre por qué la mamá de Joselo insistía que el dinero lo había gastado, si él compró la carne.
Nos enteramos después que Joselo le había quitado el dinero de la carne a su primo Huguito y éste incómodo por haber sido sacado del juego, fue y se lo comentó a la señora.
Cuentos Sociales: "El Ponceré’s Stadium". © 2009-2012-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.
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