Rufino
Montoya
“El
problema que tenemos que enfrentar no es si los demás nos mienten –lo hacen-,
sino en qué medida lo hacen y por qué. Asimismo, es importante la necesidad de
considerar por qué tenemos tanta tendencia a creer, e incluso celebrar, los
engaños de los demás, así como las mentiras que nos decimos a nosotros mismos”,
explica Robert Feldman autor del libro Cuando mentimos de Editorial Urano y
agrega: “Necesitamos explorar por qué ciertas mentiras nos parecen inofensivas,
mientras que rechazamos otras manipuladoras y vergonzosas”.
Docenas
de canciones han sido inspiradas en el engaño e hipocresía en las relaciones de
pareja, la mayoría de nosotros podemos dar testimonio de haber escuchado a
algunas personas –por cierto nada entonadas- darle voz a esas melodías y hacer de
su performance, un auténtico homenaje a la farsa que cuenta la canción debido
al dolor u despecho que generan. Para la gran mayoría de nosotros no es nada
raro escuchar varios tipos de disimulos o fingimientos, quizá por esta razón
nos hemos atrevido a clasificar sin ninguna base científica de por medio, los
engaños de acuerdo al tamaño e impacto que tienen en los involucrados, como ‘mentirita blanca’, ‘piadosa’ o ‘inofensiva’,
entre otras más.
De
acuerdo a una encuesta realizada por Consulta Mitofsky, bajo el nombre de La
mentira cotidiana, los hombres asumen ser más mentirosos que las mujeres en sus
relaciones de pareja o por lo menos, ellos lo aceptan más fácilmente. Indica
también que son los estudiantes quienes son los que más recurren a ella ya que
un 55% acepta hacerlo con sus padres. En lo que se refiere a las personas que
trabajan, el 44.2% admite decirlas tanto a sus compañeros como a su jefe.
Asimismo,
los encuestados afirman que las razones más frecuentes por las que las dicen
son por necesidad, conveniencia y para evitar un conflicto. Además, revela la
encuesta que los mexicanos aceptan decir en promedio casi cuatro mentiras de
todo tipo al día, “si esto fuera cierto, en el país se escucharían
aproximadamente 260 millones de mentiras diarias”.
¿Picardía?
En
los centros de trabajo, si un colaborador truquea el estatus sobre algún
proyecto, maquilla cifras o afirma haber hecho algo cuando esto no es cierto,
puede generar a su alrededor -y dependiendo de su profesión- no sólo caos,
también un escenario riesgoso de alcances ilimitados. Nada de simpático tiene pensar
en un médico o jefe de torre de control de un aeropuerto, que distorsione la
información sobre un asunto que tenga en sus manos al momento de tomar una
decisión. Aunque se tenga una actitud relajada, es difícil pensar en mantenerla
si una pareja o amigo, nos engaña a pesar de que ponga en riesgo la relación.
Robert
Feldman explica que la mayoría de las mentiras no las notamos o ni siquiera las
consideramos un artificio. “El correo basura, la publicidad engañosa y las
frases corteses en nuestras relaciones forman un omnipresente ruido de fondo al
que nos acostumbramos o no hacemos caso, aunque sigue siendo cierto que las
mentiras son una característica típica de nuestra experiencia cotidiana”,
comenta el experto y agrega: “Lo más asombroso es que mientras que mentir a
veces resulta una aberración en algunos terrenos, a menudo sus manifestaciones
son la norma”.
El
autor comenta que en gran parte de lo que creemos saber sobre el engaño no es
por decirlo de algún modo, cierto. Afirma que los malentendidos enmascaran con
demasiada frecuencia la mentira y las ambigüedades que la rodean, y finaliza:
“De modo que el primer paso para comprender el papel de la mentira en nuestra
vida puede ser considerar las muchas maneras que la entendemos mal”.
Colaboración
de Fundación Teletón México.
“La
autoestima es la fuerza de tu voz”
Bojorge@teleton.org.mx
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