Por Marcos Sánchez
República Dominicana.-
Mi primer viaje a Samaná lo realicé en 1993 dentro del marco de una gira universitaria.
No era miembro de esa casa de estudios, pero había sido invitado al espectacular lugar por un amigo cuya novia estudiaba allí.
Distinto a la actual situación, Samaná quedaba en el fin del mundo y la vuelta que había que dar prácticamente era eterna y tediosa por demás.
Para conformidad mía, el 80% de los asistentes eran amigos conocidos de bastante tiempo y muchos de ellos se encontraban en la misma situación que yo, hecho que me hizo sentir identificado y en confianza.
Resulta ser que uno de ellos gozaba de ser el capitán de uno de los más importantes bares de Casa de Campo y su condición le validaba en vastos conocimientos sobre todo tipo de trago imaginable.
‘El Capitán’ llevaba consigo una mochila con jugo de naranja, cocktail, azúcar líquida y un litro de Brugal 151, que por cierto era la primera vez que veía una botella de esas tan cerca.
A ritmo de güira y tambora partimos hacia nuestro destino a las 12 de la media noche bajo la premisa de que no se le ocurriera a nadie brindarle un trago al chofer. Como es costumbre, algunos nos encomendamos a Dios persignándonos y otros, simplemente pronunciaban su nombre.
‘El Capitán’ llevaba la voz cantante en el viaje dando cátedras de jocosos cuentos y rectificando su hegemonía en la famosa cocina. Todos sin excepción, se mantenían atentos a cada relato del hombre quien se había propuesto ser el alma de la fiesta y de manera efectiva, lo consiguió.
Como nada es para siempre, entre cuentos y cuentos nos cansamos, pero había una parte del grupo que se resistía a dormir y como no tenía en realidad nada que perder, animaba a la multitud para que continuaran los cuentos.
Me parecía extraño que mis energías no disminuyeran y pronto me di cuenta de la razón: desde que salimos de La Romana había estado tomándome sin compañía el 151.
No pude ganarle la batalla a Morfeo y caí en un profundo sueño. Cuando me desperté eran las 6 de la mañana y lo primero que veo es el cristal frontal de la guagua que facilitaba mi vista con impactante puente que medio se perdía entre arbustos.
Estaba totalmente solo en el bus y con un dolor de cabeza tan potente que apenas podía pestañar. Me bajo del bus y me dirijo a donde un señor que se encontraba a unos escasos metros del parqueo vendiendo pescado, fritos y yaniqueques:
-“Buenos días señor”
-“Buenos das mijo”, me dice amablemente.
-“Mire discúlpeme, pero dada la hora que es, me imagino que usted llegó más temprano, ¿cierto?”, le digo.
-“Mijo, si fueras mago, estarías en lo cierto. Llegué aquí a las 5:00 AM”.
-“Entonces quiere decir que usted vio para dónde salieron las personas del autobus”, le digo en tono esperanzado.
-“¡Claro!, una parte de ellos me compró y la otra se fue alante pa’ Cayo Levantao’”, me dice.
-“Pero tan temprano… y dice usted que hay otra parte por ahí”, pregunto.
-“¡Uté ve! Ahora le fallo la magia!. Yo dije que una parte me compró. Nunca hablé del resto”, me dice sonriente.
En eso, me despido y comienzo a caminar y no encuentro farmacia abierta por ningún lado. Fui a un área que parecía un parque abandonado y allí vi una pareja que era parte del viaje. O al menos eso creí.
Respiré tranquilo y les pregunté sobre el resto. Para mi asombro la susodicha pareja efectivamente andaba en gira, pero no con nosotros. Eran de Baní...
Decidido a resolver el problema, mi reloj marcaba las siete y algo y retorno al bus. Llegando me vocifera el señor que hacía unos minutos llegaron unos cuantos, entre ellos el chofer, tomaron sus equipajes y se fueron para Cayo Levantado.
Miro rápidamente por la ventana del lugar donde estaba sentado y noté que mi mochila no estaba allí. Asumí que mi amigo y su novia andaban con ella.
En 1993 no había una proliferación de celulares y eso dificultaba la comunicación. Me dirijo al área de embarque y justo al llegar veo un demacrado bote que estaba partiendo:
-“¡Wey! ¡Esperenme!”, vocifero.
Me hacen señas de que acelere el paso y llego al bote en segundos.
-“¿Este bote va para Cayo Levantado?”, pregunto.
-“Si. Uté e’ de lo que anda con la gira de La Romana”, me dice quien entendía yo era el capitán de la frágil embarcación.
-“¡Sí, sí!”, le digo.
-“Súbase que ellos nos llevan unos 10 minutos de ventaja”, me dice.
Señores, en pocos minutos me doy cuenta de quien era ‘Juan’ o en su defecto, llamarlo. El barquito tenia una danza de ambos lados y el mar bien movido, se combinaban para la realización de un perfecto ‘twist’.
Una señora me echó agua y no hubo forma porque seguía insistentemente llamado a Juan. El malestar parecía interminable al igual que la travesía y para mis adentros me mentía diciéndome (“Voy a dejar esta vaina. No vuelvo a beber…”).
Por fin llegamos a Cayo Levantado y debo confesar que la hermosura del lugar, me calmó un poco. Rápidamente veo mi gente y también mi salvación: el famoso capitán estaba muerto de la risa y acercándose a mí me dice:
-“¡Mi helmano! ¡Pero uté no’é fácil compadre!. Se ajutó el 151 completito. ¡Uté no sabía que esa vaina e’na’má’ pa’meclá!”.
-“Me dio duro... estoy mal... necesito algo para este dolor de cabeza...”, le digo con cara de refugiado-rescatado.
-“¡Ah No se preocupe! ¡Tómese eta tiacafen y uté verá qué pasa en quince minuto!”, me dice bien confiado.
Leo la envoltura y el nombre decía “La Rapidita” y al lado entre paréntesis ‘tiacafen’. Me tomo las dos pastillas y ciertamente en unos 15 ó 20 minutos estaba totalmente nuevo.
Pasamos sumamente bien el momento, comimos pescado hasta la saciedad, disfrutamos de la playa y al caer la tarde, recogimos y partimos de regreso.
Cuando nos bajamos en el muellecito noto que hay una alegría desmesurada y no lograba entender el por qué, llegamos a la guagua y entonces cada quien toma su lugar original y le pregunto al capitán:
-“¿Oye y a qué se debe la alegría?”
En eso mete la mano a su mochila y saca otro litro de 151. Me mira y haciéndome señas me pregunta que si estaba dispuesto. Me niego diciéndole:
-“¡Ni con tía, ni con café vuelvo a entrarle a esa vaina!”.
Fue la última vez de mis amores entre esa marca y un servidor hasta ahora que la Reforma Fiscal nos afectó el bolsillo y entre amigos, hay que ceder según la mayoría.
Cuentos Sociales: "Tiacafen 151". © 2009-2011-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.
No era miembro de esa casa de estudios, pero había sido invitado al espectacular lugar por un amigo cuya novia estudiaba allí.
Distinto a la actual situación, Samaná quedaba en el fin del mundo y la vuelta que había que dar prácticamente era eterna y tediosa por demás.
Para conformidad mía, el 80% de los asistentes eran amigos conocidos de bastante tiempo y muchos de ellos se encontraban en la misma situación que yo, hecho que me hizo sentir identificado y en confianza.
Resulta ser que uno de ellos gozaba de ser el capitán de uno de los más importantes bares de Casa de Campo y su condición le validaba en vastos conocimientos sobre todo tipo de trago imaginable.
‘El Capitán’ llevaba consigo una mochila con jugo de naranja, cocktail, azúcar líquida y un litro de Brugal 151, que por cierto era la primera vez que veía una botella de esas tan cerca.
A ritmo de güira y tambora partimos hacia nuestro destino a las 12 de la media noche bajo la premisa de que no se le ocurriera a nadie brindarle un trago al chofer. Como es costumbre, algunos nos encomendamos a Dios persignándonos y otros, simplemente pronunciaban su nombre.
‘El Capitán’ llevaba la voz cantante en el viaje dando cátedras de jocosos cuentos y rectificando su hegemonía en la famosa cocina. Todos sin excepción, se mantenían atentos a cada relato del hombre quien se había propuesto ser el alma de la fiesta y de manera efectiva, lo consiguió.
Como nada es para siempre, entre cuentos y cuentos nos cansamos, pero había una parte del grupo que se resistía a dormir y como no tenía en realidad nada que perder, animaba a la multitud para que continuaran los cuentos.
Me parecía extraño que mis energías no disminuyeran y pronto me di cuenta de la razón: desde que salimos de La Romana había estado tomándome sin compañía el 151.
No pude ganarle la batalla a Morfeo y caí en un profundo sueño. Cuando me desperté eran las 6 de la mañana y lo primero que veo es el cristal frontal de la guagua que facilitaba mi vista con impactante puente que medio se perdía entre arbustos.
Estaba totalmente solo en el bus y con un dolor de cabeza tan potente que apenas podía pestañar. Me bajo del bus y me dirijo a donde un señor que se encontraba a unos escasos metros del parqueo vendiendo pescado, fritos y yaniqueques:
-“Buenos días señor”
-“Buenos das mijo”, me dice amablemente.
-“Mire discúlpeme, pero dada la hora que es, me imagino que usted llegó más temprano, ¿cierto?”, le digo.
-“Mijo, si fueras mago, estarías en lo cierto. Llegué aquí a las 5:00 AM”.
-“Entonces quiere decir que usted vio para dónde salieron las personas del autobus”, le digo en tono esperanzado.
-“¡Claro!, una parte de ellos me compró y la otra se fue alante pa’ Cayo Levantao’”, me dice.
-“Pero tan temprano… y dice usted que hay otra parte por ahí”, pregunto.
-“¡Uté ve! Ahora le fallo la magia!. Yo dije que una parte me compró. Nunca hablé del resto”, me dice sonriente.
En eso, me despido y comienzo a caminar y no encuentro farmacia abierta por ningún lado. Fui a un área que parecía un parque abandonado y allí vi una pareja que era parte del viaje. O al menos eso creí.
Respiré tranquilo y les pregunté sobre el resto. Para mi asombro la susodicha pareja efectivamente andaba en gira, pero no con nosotros. Eran de Baní...
Decidido a resolver el problema, mi reloj marcaba las siete y algo y retorno al bus. Llegando me vocifera el señor que hacía unos minutos llegaron unos cuantos, entre ellos el chofer, tomaron sus equipajes y se fueron para Cayo Levantado.
Miro rápidamente por la ventana del lugar donde estaba sentado y noté que mi mochila no estaba allí. Asumí que mi amigo y su novia andaban con ella.
En 1993 no había una proliferación de celulares y eso dificultaba la comunicación. Me dirijo al área de embarque y justo al llegar veo un demacrado bote que estaba partiendo:
-“¡Wey! ¡Esperenme!”, vocifero.
Me hacen señas de que acelere el paso y llego al bote en segundos.
-“¿Este bote va para Cayo Levantado?”, pregunto.
-“Si. Uté e’ de lo que anda con la gira de La Romana”, me dice quien entendía yo era el capitán de la frágil embarcación.
-“¡Sí, sí!”, le digo.
-“Súbase que ellos nos llevan unos 10 minutos de ventaja”, me dice.
Señores, en pocos minutos me doy cuenta de quien era ‘Juan’ o en su defecto, llamarlo. El barquito tenia una danza de ambos lados y el mar bien movido, se combinaban para la realización de un perfecto ‘twist’.
Una señora me echó agua y no hubo forma porque seguía insistentemente llamado a Juan. El malestar parecía interminable al igual que la travesía y para mis adentros me mentía diciéndome (“Voy a dejar esta vaina. No vuelvo a beber…”).
Por fin llegamos a Cayo Levantado y debo confesar que la hermosura del lugar, me calmó un poco. Rápidamente veo mi gente y también mi salvación: el famoso capitán estaba muerto de la risa y acercándose a mí me dice:
-“¡Mi helmano! ¡Pero uté no’é fácil compadre!. Se ajutó el 151 completito. ¡Uté no sabía que esa vaina e’na’má’ pa’meclá!”.
-“Me dio duro... estoy mal... necesito algo para este dolor de cabeza...”, le digo con cara de refugiado-rescatado.
-“¡Ah No se preocupe! ¡Tómese eta tiacafen y uté verá qué pasa en quince minuto!”, me dice bien confiado.
Leo la envoltura y el nombre decía “La Rapidita” y al lado entre paréntesis ‘tiacafen’. Me tomo las dos pastillas y ciertamente en unos 15 ó 20 minutos estaba totalmente nuevo.
Pasamos sumamente bien el momento, comimos pescado hasta la saciedad, disfrutamos de la playa y al caer la tarde, recogimos y partimos de regreso.
Cuando nos bajamos en el muellecito noto que hay una alegría desmesurada y no lograba entender el por qué, llegamos a la guagua y entonces cada quien toma su lugar original y le pregunto al capitán:
-“¿Oye y a qué se debe la alegría?”
En eso mete la mano a su mochila y saca otro litro de 151. Me mira y haciéndome señas me pregunta que si estaba dispuesto. Me niego diciéndole:
-“¡Ni con tía, ni con café vuelvo a entrarle a esa vaina!”.
Fue la última vez de mis amores entre esa marca y un servidor hasta ahora que la Reforma Fiscal nos afectó el bolsillo y entre amigos, hay que ceder según la mayoría.
Cuentos Sociales: "Tiacafen 151". © 2009-2011-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.
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