POR: Zaira Cortés/EDLP | 12:01 am | 07/31/2012 | El Diario
Vecinos se quejan de proliferación de centros nocturos, inseguridad y enfermedades venéreas
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Sexoservidoras recorren la Segunda y Tercera avenidas en Sunset Park, a la espera de clientes que llegan al barrio buscando sus servicios. A la izq., un hispano pasa por un popular bar de bailarinas topless en la calle 39 y Segunda Avenida.
Foto: Zaira Cortes / EDLP
Brooklyn.- Pasa de la medianoche en las solitarias calles de la Segunda Avenida de Sunset Park -un vecindario de inmigrantes de Brooklyn.
Aunque el ambiente se siente tenso y algo peligroso, prostitutas se aventuran a recorrer el lugar, desfilando de la Segunda a la Tercera Avenida, en busca de un cliente dispuesto a pagar $15 ó $20 por un buen rato.
En la Tercera Avenida, entre las calles 39 y 60, varias mujeres caminan solas o en pareja buscando la atención de automovilistas y vecinos.
Según activistas, el comercio sexual en esta área es común desde los años 50, pero la proliferación de "barras" y "bailaderos", aunado a la renuencia entre inmigrantes a usar condón y la frecuente confusión de las residentes por trabajadoras sexuales, traen nuevos problemas a este vecindario.
'Justas por pecadoras'
Ana Navarrete, integrante de la organización Adelante Alliance, comentó que algunas de sus vecinas en la calle 53 y Tercera Avenida fueron acosadas por automovilistas y peatones.
"Muchas mujeres no pueden salir a la tienda sin que un hombre se les acerque en busca de sexo", acotó.
No sólo los clientes se confunden. En 2007, el oficial Sean Spencer detuvo a la madre y abuela Mónica González, de entonces 40 años, cuando caminaba de madrugada por la Tercera Avenida en busca de ayuda médica por un ataque de asma. La mujer, que se dirigía al Hospital Lutheran, fue arrestada por prostitución. El error le costó a la ciudad $35,000 en compensación.
Una sexoservidora de la Tercera Avenida que prefirió el anonimato, destacó que el acoso no sólo afecta a las residentes. "Hay noches que no trabajo, pero hay clientes que [cuando la ven] insisten, insultan y molestan. Lo que hago es ofensivo para algunos, pero sigo siendo una persona".
La mujer comentó que los riesgos de su oficio son muchos y la violencia es difícil de encarar.
"Hay clientes que no pagan, pero no denuncio por miedo al arresto. Nadie toma en serio a una prostituta, no tengo voz. Hay compañeras que su vida es un viacrucis y a nadie le interesa".
"Susi" (nombre ficticio), de 24 años, trabaja como bailarina hace dos años en el Arcoíris Night Club, en la calle 50 y Tercera Avenida. La chica dijo que los vecinos están molestos por la forma como las trabajadoras se exhiben al público.
"Tenemos que lucir escote y estar afuera para atraer clientes. Este trabajo paga mi renta y me da de comer. Los vecinos no me van a mantener si cierra el negocio. Muchas viven de esto".
Un asunto de salud pública
La mexicana Karla Quiñones, directora de Adelante Alliance, una organización comunitaria que aboga por los derechos de los latinos pobres en Nueva York, expresó su preocupación por el exceso de "barras" y "bailaderos", pues en los últimos años varios restaurantes optaron por convertirse en centros nocturnos. Apuntó que su organización atendió casos recientes de bailarinas que se prostituyeron.
"Un problema lleva a otro. A la organización vienen mujeres con enfermedades venéreas que el esposo les contagió. Muchas no saben dónde pedir ayuda médica".
El doctor Gabriel Rincón, director de Mixteca Organization, dijo que tener chicas en diminutos atuendos en el barrio es un asunto menor, cuando se compara con el hecho de que muchos inmigrantes aún se niegan a usar condón por "machismo".
"Es común que un grupo de inmigrantes que viven en el mismo departamento contraten a una chica que las da servicio a todos. El riesgo de contagio es mayor", comentó Rincón. "Muchos no acuden al médico. Ese debería ser nuestra principal preocupación".
Sin confianza en la Policía
Quiñones y el puertorriqueño Dennis Flores, un activista de la zona que denuncia casos de abuso policial, coincidieron en que el comercio sexual genera otros problemas sociales, pero una "cacería" no es la solución.
Flores destacó la proliferación de burdeles y la excesiva distribución de tarjetas que promueven servicios sexuales en el vecindario. El activista apuntó que el vínculo entre la comunidad y la policía está deteriorado, por lo que la denuncia es poca.
"No queremos que la prostitución sea un pretexto para que la policía aplique indiscriminadamente el Stop & Frisk", enfatizó Flores. "Afuera hay mujeres que pueden ser víctimas de tráfico sexual. Al ser arrestadas y quizás deportadas, serían doblemente víctimas".
En 2008, el Cuartel 72 realizó varios operativos en la Tercera Avenida. Los activistas comentaron que desde entonces se ven menos prostitutas en las calles, pero preocupa la proliferación de centros nocturnos que presumiblemente actúan como burdeles.
La Policía no reveló si hay investigaciones respecto a prostíbulos o tráfico sexual, pero pidió a la comunidad reportar incidentes, pues la denuncia facilita la acción.
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