Por Marcos Sánchez
República Dominicana.-

No era miembro de esa casa de estudios, pero había sido invitado al espectacular lugar por un amigo cuya novia estudiaba allí.
Distinto a la actual situación, Samaná quedaba en el fin del mundo y la vuelta que había que dar prácticamente era eterna y tediosa por demás.
Para conformidad mía, el 80% de los asistentes eran amigos conocidos de bastante tiempo y muchos de ellos se encontraban en la misma situación que yo, hecho que me hizo sentir identificado y en confianza.
Resulta ser que uno de ellos gozaba de ser el capitán de uno de los más importantes bares de Casa de Campo y su condición le validaba en vastos conocimientos sobre todo tipo de trago imaginable.
‘El Capitán’ llevaba consigo una mochila con jugo de naranja, cocktail, azúcar líquida y un litro de Brugal 151, que por cierto era la primera vez que veía una botella de esas tan cerca.
A ritmo de güira y tambora partimos hacia nuestro destino a las 12 de la media noche bajo la premisa de que no se le ocurriera a nadie brindarle un trago al chofer. Como es costumbre, algunos nos encomendamos a Dios persignándonos y otros, simplemente pronunciaban su nombre.
‘El Capitán’ llevaba la voz cantante en el viaje dando cátedras de jocosos cuentos y rectificando su hegemonía en la famosa cocina. Todos sin excepción, se mantenían atentos a cada relato del hombre quien se había propuesto ser el alma de la fiesta y de manera efectiva, lo consiguió.
Como nada es para siempre, entre cuentos y cuentos nos cansamos, pero había una parte del grupo que se resistía a dormir y como no tenía en realidad nada que perder, animaba a la multitud para que continuaran los cuentos.
Me parecía extraño que mis energías no disminuyeran y pronto me di cuenta de la razón: desde que salimos de La Romana había estado tomándome sin compañía el 151.
No pude ganarle la batalla a Morfeo y caí en un profundo sueño. Cuando me desperté eran las 6 de la mañana y lo primero que veo es el cristal frontal de la guagua que facilitaba mi vista con impactante puente que medio se perdía entre arbustos.
Estaba totalmente solo en el bus y con un dolor de cabeza tan potente que apenas podía pestañar. Me bajo del bus y me dirijo a donde un señor que se encontraba a unos escasos metros del parqueo vendiendo pescado, fritos y yaniqueques:
-“Buenos días señor”
-“Buenos das mijo”, me dice amablemente.
-“Mire discúlpeme, pero dada la hora que es, me imagino que usted llegó más temprano, ¿cierto?”, le digo.
-“Mijo, si fueras mago, estarías en lo cierto. Llegué aquí a las 5:00 AM”.
-“Entonces quiere decir que usted vio para dónde salieron las personas del autobus”, le digo en tono esperanzado.
-“¡Claro!, una parte de ellos me compró y la otra se fue alante pa’ Cayo Levantao’”, me dice.
-“Pero tan temprano… y dice usted que hay otra parte por ahí”, pregunto.
-“¡Uté ve! Ahora le fallo la magia!. Yo dije que una parte me compró. Nunca hablé del resto”, me dice sonriente.
En eso, me despido y comienzo a caminar y no encuentro farmacia abierta por ningún lado. Fui a un área que parecía un parque abandonado y allí vi una pareja que era parte del viaje. O al menos eso creí.
Respiré tranquilo y les pregunté sobre el resto. Para mi asombro la susodicha pareja efectivamente andaba en gira, pero no con nosotros. Eran de Baní...
Decidido a resolver el problema, mi reloj marcaba las siete y algo y retorno al bus. Llegando me vocifera el señor que hacía unos minutos llegaron unos cuantos, entre ellos el chofer, tomaron sus equipajes y se fueron para Cayo Levantado.
Miro rápidamente por la ventana del lugar donde estaba sentado y noté que mi mochila no estaba allí. Asumí que mi amigo y su novia andaban con ella.
En 1993 no había una proliferación de celulares y eso dificultaba la comunicación. Me dirijo al área de embarque y justo al llegar veo un demacrado bote que estaba partiendo:
-“¡Wey! ¡Esperenme!”, vocifero.
Me hacen señas de que acelere el paso y llego al bote en segundos.
-“¿Este bote va para Cayo Levantado?”, pregunto.
-“Si. Uté e’ de lo que anda con la gira de La Romana”, me dice quien entendía yo era el capitán de la frágil embarcación.
-“¡Sí, sí!”, le digo.
-“Súbase que ellos nos llevan unos 10 minutos de ventaja”, me dice.
Señores, en pocos minutos me doy cuenta de quien era ‘Juan’ o en su defecto, llamarlo. El barquito tenia una danza de ambos lados y el mar bien movido, se combinaban para la realización de un perfecto ‘twist’.
Una señora me echó agua y no hubo forma porque seguía insistentemente llamado a Juan. El malestar parecía interminable al igual que la travesía y para mis adentros me mentía diciéndome (“Voy a dejar esta vaina. No vuelvo a beber…”).
Por fin llegamos a Cayo Levantado y debo confesar que la hermosura del lugar, me calmó un poco. Rápidamente veo mi gente y también mi salvación: el famoso capitán estaba muerto de la risa y acercándose a mí me dice:
-“¡Mi helmano! ¡Pero uté no’é fácil compadre!. Se ajutó el 151 completito. ¡Uté no sabía que esa vaina e’na’má’ pa’meclá!”.
-“Me dio duro... estoy mal... necesito algo para este dolor de cabeza...”, le digo con cara de refugiado-rescatado.
-“¡Ah No se preocupe! ¡Tómese eta tiacafen y uté verá qué pasa en quince minuto!”, me dice bien confiado.
Leo la envoltura y el nombre decía “La Rapidita” y al lado entre paréntesis ‘tiacafen’. Me tomo las dos pastillas y ciertamente en unos 15 ó 20 minutos estaba totalmente nuevo.
Pasamos sumamente bien el momento, comimos pescado hasta la saciedad, disfrutamos de la playa y al caer la tarde, recogimos y partimos de regreso.
Cuando nos bajamos en el muellecito noto que hay una alegría desmesurada y no lograba entender el por qué, llegamos a la guagua y entonces cada quien toma su lugar original y le pregunto al capitán:
-“¿Oye y a qué se debe la alegría?”
En eso mete la mano a su mochila y saca otro litro de 151. Me mira y haciéndome señas me pregunta que si estaba dispuesto. Me niego diciéndole:
-“¡Ni con tía, ni con café vuelvo a entrarle a esa vaina!”.
Fue la última vez de mis amores entre esa marca y un servidor hasta ahora que la Reforma Fiscal nos afectó el bolsillo y entre amigos, hay que ceder según la mayoría.
Cuentos Sociales: "Tiacafen 151". © 2009-2011-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.
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