ACTUALIZADO: El "soberano exabrupto" de Anthony Santos...

Por Marcos Sánchez 

República Dominicana.-

Mirando lo colorida que es nuestra cultura, me llegó rápidamente a la memoria que nuestro país es el destino perfecto para medir los límites de lo asombroso. 

Y es que pienso que somos la única cultura del planeta en donde todo se toma manga por hombro desatando de forma automática la apertura de una verdadera caja de pandora. 

No crea que es el prólogo de un guión cinematográfico. Es algo tangible, único y muy dominicano. 

Los premios Soberano de anoche dieron irrupción (sin René Brea proponérselo) al más amplio abanico de críticas que se pueda recordar en tiempos recientes de espectáculo alguno. 

Amén de lo que se ha dicho en materia de moda (mejores/peores vestidos), el tipo de transporte usado para llegar al sitio, la poca coordinación y la falta de capacidad de algunos de los conductores, entre otros señalamientos, lo que más ruido ha causado ha sido la incidentada participación del popular bachatero Anthony Santos. 

Un auténtico líder de masas para muchos y calificado con epítetos impublicables en detrimento de su figura por otros, la realidad es que Anthony Santos se convirtió en uno de los intérpretes de bachata más sólido en la historia del singular género de amargue de República Dominicana. 

Desde que las primerísimas notas de "Voy pa'llá" sonaron estando los noventa en ciernes, la aceptación fue inmediata y con ella, un inexorable éxito. Éxito ese que lo tornó en el más caro a contratar por encima de sus homólogos y desplazando (en el orden del cobro) a merengueros establecidos de larga data. 

Esa sostenida y palpable notoriedad conforme pasaron los años, le colocaron en un sitial de difícil acceso a su entorno debido quizás, a que la regulación de los egos era prácticamente nula. 

El problema era que las fiestas seguían llenándose y su música proseguía consumiéndose al igual que la venta de sus discos y eso se traducía en ganancias astronómicas para los organizadores de fiestas. 

El factor conductual era un tema de tercer plano y que poco importaba ya que un evento al aire libre con música en vivo no está sujeto a muchas restricciones en ese sentido. Hasta ahí todo estaba bien. 

Sucede que llegó la oportunidad de llevar este fenómeno a una premiación que se caracteriza por homenajear a lo mejor de la clase artística de República Dominicana en todas sus áreas. No era la primera vez que saldría en vivo en televisión, pero sí en un lugar que es digno de respeto por la solemnidad que embarga su historia y la importancia capital que representa el Teatro Nacional. 

Todo seguía bien. De repente, sale el personaje y en exiguo tiempo se apodera de la audiencia presente con su innegable carisma, su estilo particular de tocar la guitarra y esa entrega total a la proyección de su arte. Al final su figura es premiada y sintetizando sus palabras de agradecimiento comete el exabrupto de expresar la frase "Viva Trujillo, carajo". 

Para decenas de sus seguidores, lo adoptaron como "algo normal" ya que Santos lo practica en sus fiestas reiteradamente. Pero Santos no estaba en una fiesta. Estaba en televisión nacional e internacional y no en un estadio, terraza o discoteca. Se trataba del Teatro Nacional. 

Como era de esperarse, "la chercha" no logró permear en sectores que todavía hoy sangran por funestos recuerdos dejados de generación en generación, producto de pérdida de seres queridos víctimas del régimen de Rafael Leonidas Trujillo Molina. 

La ley 58-80, del 3 de mayo de 1962, establece lo siguiente: "Toda persona que alabe o exalte a los Trujillo o su régimen tiránico, en alta voz, o por medio de gritos, discursos escritos públicos o emblemas se considerará y juzgará como autor de delito contra la paz y la seguridad públicas y será castigada con prisión de diez días a un año o multas". 

Lo cierto es que esa ley aún está vigente y como detestamos leer y documentarnos, lo primero que nos llega a la cabeza es decir (sin conocimiento de causa) lo que nos llegue a la memoria. 

Alguien se nos acercó y nos citó textualmente que "La libertad de expresión es un derecho fundamental o un derecho humano, señalado en el artículo 19º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos" y le pregunté si expresar libremente lo que uno desee está por encima de algún tipo de regulación. Nunca obtuve respuesta. 

Nosotros preguntamos: ¿Cómo se sintieron los hoy hijos huérfanos, padres desposeidos de sus vástagos, hermanos, hermanas, tíos o sobrinos que perdieron a un familiar durante la Era de Trujillo al escuchar a un artista enalteciendo al verdugo de éstos?

En horas vespertinas, el bachatero aclaró a diversos medios que su sentir nunca estará ligado a alabar o a aclamar el trujillato, que siempre acostumbra a gritar: "Que viva Trujillo!... ese hijo de la gran pu..., para matarlo otra vez. Es lo que digo en todos los bailes. Es un decir de las tantas cosas que expreso en los bailes que hago. Anoche lo dije fruto de la emoción y cuando me di cuenta que no podía decirla completa, la terminé con un carajo", expresó. 

El artista se disculpó por el malestar que pudo haber provocado a todos los dominicanos, especialmente a aquellos que fueron víctima de la dictadura. "Mis más sinceras disculpas a los dominicanos por esta ofensa que no fue más que fruto de la emoción y que en realidad no es como acostumbro a decirla". 

Dijo además sentirse mal por que la velada se haya visto empañada por el impasse. "Lamento mucho todo lo sucedido y por eso he salido a aclarar y contarle a la prensa la verdad de esta expresión".