Su esposo le pegó el sida a los 60
Leysa Caro González
Fue un 26 de noviembre de 2010. Ese día, la vida de Dorisol
López tomó un giro totalmente inesperado. No estaba preparada para la
noticia. Mucho menos para lo que se avecinaba.
Escuchó lo que jamás pensó. El diagnóstico temido hasta
por el más creyente: “Dorisol, tienes VIH”, fueron las palabras del
médico.
Sintió que el mundo se le vino encima y prácticamente,
así fue por los meses subsiguientes. Guardó silencio por año y medio. No
se lo dijo ni a sus hijos. Desde ese instante, fue a sus citas a
escondidas, como si se tratase de algo ilegal. Sentía vergüenza, miedo
al rechazo y coraje, mucho coraje. No se merecía aquella conclusión
médica. “Estaba como muerta en vida... Yo decía: ‘Por qué a mí, por qué a
mí si yo no le hago daño a nadie y yo soy buena’”, recordó.
Era una mujer de una sola pareja, narró. Llevaba menos de un año casada
con ese hombre del que se enamoró perdidamente. Jamás imaginó que él
estuviese infectado con el virus. “Era un hombre bien lindo, bien
elegante y muy fuerte, pero estaba jendío hasta el último pelo. Era
hermoso”, recordó del hombre que, sostuvo, le desgració la vida.
Contra él siente mucho rencor. El primer pensamiento que
atravesó por su mente, tras el diagnóstico, era matarlo. Hacerlo pagar
con su vida por lo que le hizo.
¿Pensaste que algo así te sucedería a ti?
No. Nunca, porque yo era bien decentona. De esas mujeres bien G. I., montá en tacos, bien cuquera, bien coqueta.
Sospechó
que podía tener el virus luego de perder 134 libras. “Me puse como un
cadáver. Me estaban tratando por el páncreas”, contó.
La crisis
en la que cayó Dorisol, de 62 años –hace la salvedad que se siente como
“una de 15”–, fue tal que se le reflejó en su cuerpo. Por poco pierde
su mano al presentar sarcoma de Kaposi, condición típica en pacientes de
VIH que entran en una crisis. Es una de las enfermedades oportunistas.
Hay que presentar tres de ellas para ser declarado con sida.
A
Dorisol el virus le fue diagnosticado en un nivel no detectable, que
significa que los medicamentos han conseguido controlarlo y que la
persona mantiene su carga viral por debajo de los límites de detección
de las pruebas diagnósticas. Pero no significa que está curada.
Luego de la noticia, se lanzó a la calle. Abandonó la residencia donde
vivía con una de sus hijas, pues no se sentía bienvenida. Finalmente, ya
agotada, llegó al hogar La Perla del Gran Precio, donde vivió por un
año. Hoy, ya tiene su apartamento.
Llegó el momentoLuchó
contra sus sentimientos, trató de ignorarlos, pero finalmente la
vencieron. Tuvo que aceptar su nueva realidad y despejarse de la falacia
de que el Sida es sinónimo de muerte.
Ese rayo de esperanza que
necesitaba para salir del letargo se lo regaló una simple pregunta que
le hicieron: ¿Te casarías de nuevo algún día? La respuesta fue que sí.
Y es que Dorisol es una soñadora. Una enamorada de la vida y de los
regalos que trae consigo cada día. Le encanta estar bien arreglada,
combinada, con su pelo hecho y con las bembas bien pintadas. Las tacas
no pueden faltar.
Es de fuerte hablar, coloquial y muy sincera.
No deja pasar la oportunidad para aflorar una sonrisa. También, siempre
que puede, adorna su cabeza con una pamela o una de sus pelucas, como el
día de la entrevista que nos recibió con un postizo negro que escondía
sus cabellos dorados.
Por momentos daba la impresión que trataba
de esconder su verdadera imagen ante las cámaras pero, al final de la
conversación, Dorisol se despojó de la peluca .
A la primera que
le confesó su contagio fue a su hija menor. De ella esperaba que la
insultara. “Que me dijera fresca o cualquier otra mala palabra, porque
no es fácil que una mujer de su casa de momento salga con esta
enfermedad”, apuntó.
¿Que si ha experimentado el discrimen? La simple duda ofende.
Lo ha vivido y de parte de los suyos. “Tengo una nieta que no me deja
tocar su hijo”, lamentó para agregar “es que hay gente que piensa que si
tú me abrazas se le pega”.
¿Qué te gusta a hacer en tu tiempo libre?
Bailar
salsa y bachata con un hombre que menee bien la cintura. Voy a los
sitios y eso es a bailar se ha dicho. Me dicen que estoy peor que
Maripily y bailo con todo el mundo, con el viejo y con el joven.
¿Cuál es tu anhelo?
Enamorarme
otra vez, pero de verdad. Vamos a ver si llega o no llega. Pero que
llegue pronto, porque si se tarda me voy a tener que hacer una cirugía
para recogerme, dijo entre carcajadas.
¿Te arrepientes de haberte enamorado de ese hombre?
Una y mil veces. Lo que él hizo no lo paga ni con su vida.
Primera Hora
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