Por Marcos Sánchez
República Dominicana.-
Jugar pelota en la calle era algo bastante común siendo uno un muchacho. Estaba claro que alguien haría las veces de ‘verificador’ para alertar a los jugadores una vez se acercara un vehículo.
A medida que pasaba el tiempo, conforme se llevaba una tendencia en particular, de forma casi automática, llegaba otra.
Hubo un momento en que la pelota de media ya no era atractiva y es entonces cuando hace su entrada triunfal aquella tapa de plástico (originalmente roja) llamada ‘Vitilla’. El frenesí era tal que la vitilla ideal o considerada ‘original’ tenía que ser de rigor la tallada con el agua marca ‘Crystal’.
Existía otra de un verde ligero que era considerada para novatos y otra sumamente difícil de obtener de color púrpura, que por su condición se definía como rara. Con el tiempo llegaron vitillas de todo color imaginable. Aún en la era de la vitilla roja, jugábamos cerca de casa un torneo diario.
La parte de bateo era en frente de una casa propiedad de un señor llamado Don Pedro, pero que le apodaban ‘tómbola’ porque jugaba y además, se sabía todos los números ganadores tanto de la lotería nacional como los de la famosa caraca.
A medida que pasaba el tiempo, conforme se llevaba una tendencia en particular, de forma casi automática, llegaba otra.
Hubo un momento en que la pelota de media ya no era atractiva y es entonces cuando hace su entrada triunfal aquella tapa de plástico (originalmente roja) llamada ‘Vitilla’. El frenesí era tal que la vitilla ideal o considerada ‘original’ tenía que ser de rigor la tallada con el agua marca ‘Crystal’.
Existía otra de un verde ligero que era considerada para novatos y otra sumamente difícil de obtener de color púrpura, que por su condición se definía como rara. Con el tiempo llegaron vitillas de todo color imaginable. Aún en la era de la vitilla roja, jugábamos cerca de casa un torneo diario.
La parte de bateo era en frente de una casa propiedad de un señor llamado Don Pedro, pero que le apodaban ‘tómbola’ porque jugaba y además, se sabía todos los números ganadores tanto de la lotería nacional como los de la famosa caraca.
Don Pedro era un hombre apacible y aunque de aspecto tosco, siempre sonreía. Su rostro y actitud cambiaba acto seguido le vociferaban ‘tómbola’.
Al vernos jugar no directamente en el frente de su casa, lo tomaba con calma. No obstante, hacía la advertencia de que no quería ver a nadie en su patio frontal, que de hecho, estaba minado de plantas de guandules y la parte trasera de una densa mata de jobo.
Un día cualquiera nos quedamos los muchachos hasta bien tarde jugando vitilla y la noche nos arropó de sorpresa provocando la suspensión del juego por falta de visión.
Gozando de un permiso extendido, debido a la cercanía de la casa, una parte nos quedamos frente a la casa de Don Pedro y se resolvió jugar el escondido:
-“¡Bueno decidan quien es que va a contar!”, pregunta uno de los muchachos.
Un día cualquiera nos quedamos los muchachos hasta bien tarde jugando vitilla y la noche nos arropó de sorpresa provocando la suspensión del juego por falta de visión.
Gozando de un permiso extendido, debido a la cercanía de la casa, una parte nos quedamos frente a la casa de Don Pedro y se resolvió jugar el escondido:
-“¡Bueno decidan quien es que va a contar!”, pregunta uno de los muchachos.
-“¿Chichí, dónde vamos a escondernos?”, pregunto.
-“Hay que hacerlo rápido ya que sólo tenemos hasta las diez para acostarnos”, responde.
En el movimiento se arma una corredera y la mayoría de los ‘escondites’ fueron ocupados y veo cómo Chichí desaparecía sutilmente detrás de un poste del tendido eléctrico, otros detrás de vehículos y al no tener dónde esconderme, decido saltar la pared y hacerlo entre las matas de guandules de Don Pedro.
Pasa un rato y se escucha una voz de uno de los muchachos alertándonos:
-“¡Ahí viene Tómbola!”.
Sin poder salir del área me dirijo rápido cerca de un tanque de metal que era destinado para botar la basura, pero para mi asombro, Larry se encontraba dentro del tanque y me pide que me vaya para otro lado.
Entra Don Pedro y emulo perfectamente a un hombre rana, aún cuando sabía que llegar a casa con ese polo shirt sucio era sinónimo de una buena regañada.
En el interior de la casa se escuchaba a Don Pedro murmurar algo y aprovechando su permanencia dentro de la casa, me dispongo a saltar la pared, pero noto cómo sale nuevamente y en esta ocasión con una linterna. El corazón me latía a tal grado que sentía las palpitaciones como tambores en mi pecho.
Hace una brevísima inspección en el área y nota que hay matas rotas y expresa:
-“¡Eto’ bendito muchacho! ¡Uno sacrificao’ con to’eta matase y ello’ rompiéndomela!”
El hombre se acerca al tanque (me encontraba justo detrás) y Larry adentro más mudo que una tumba. ¡Don Pedro decide orinar dentro del tanque!. Justo en el momento que le cae a Larry el líquido en la cabeza vocifera:
-“¡Epérese Tómbola!”.
Don Pedro impactado se asusta y replica:
-“¡Pero muchacho del carajo! ¡¿Y qué hace tu metío en ese tanque?!”.
Salimos corriendo como hienas tras liebres, al tiempo que el resto de los muchachos reían con pronunciadas lágrimas en sus ojos.
Larry llegó conmigo corriendo hasta mi casa y yo sabiamente, al ver que mi mamá estaba entretenida mirando TV, entramos por el callejón hasta llegar al patio.
Me quito el polo shirt sucio y Larry me dice insistentemente que quiere lavarse la cabeza con lo que sea. Busco inútilmente el clásico jabón de cuaba, más éste, brilló por su ausencia. Sin opciones reales miro con cierta indesición una caja pequeña del desaparecido detergente “Fab” y me dice:
-“¡Ta’ bien, ta’ bien! ¡Déjame lavarme con el Fab!”.
Se da una lavada con el detergente y cuando asume que ya no tiene el aroma en su cabeza me pregunta:
-“¿Malco, no hay por ahí un poco de gelatina o algo?”.
Miro en un muro dentro del cuarto donde estaba la lavadora y sin pensarlo tomo (sin leer) un envase de desrizado propiedad de mi hermana. Al olerlo entendí que haría las veces de gelatina al ver una figura con cabello liso en el borde.
Larry se puso el desrizado y no pasó un minuto cuando sale del patio corriendo rascándose la cabeza y quejándose de que le ardía el cuero cabelludo. Mi mamá al escuchar el escándalo, lo ataja antes de salir y provocada le pregunta:
-“¡¿Pero mi hijo y qué te pasa?! ¡¿Por qué este escándalo?!”
-“Ayyy Doña Ofelia (¡rascándose a dos manos!) ¡me pica! ¡me pica!”.
-“Pero, ¡¿por qué te pica la cabeza?! ¡¿Qué fue lo que te pasó?!”, pregunta angustiada.
-“Tómbola me mió y Malquito y yo vinimo pa’cá a lavame la cabeza, pero usamo una gelatina que taba pasá”, dice un desesperado Larry.
Al oir a mi mamá alarmada, entra en escena mi hermana, quien era experta en asuntos de salón y corte de pelo. Procede a olerle la cabeza y detecta que era desrizado. Rápidamente le lava la cabeza con champú y en breve se disipó la comezón.
No hubo forma de convencer a la mamá de Larry al respecto y éste fue objeto de una encendida pela. No corrí la misma suerte, pero hubo que esperar dos semanas para volver a salir...
Don Pedro vive actualmente en el Hogar de Ancianos de La Romana. Luce bien y saludable. La casa donde residía, es actualmente un parqueo de vehículos de una tienda.
Cuentos Sociales: "Tómbola". ©2009, 2010, 2012 Marcos Sánchez. Derechos reservados.
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